martes, 19 de agosto de 2008

Sesión 10: El Cristianismo hasta el año 1'000 D.C., Oriente y Occidente

Al estudiar al cristianismo nos enfrentamos a tres problemas metodológicos. Primero, tenemos el problema del Jesús histórico. ¿Cómo podemos separar a Jesús como persona de la discusión e interpretación que se ha hecho de él después de dos milenios? Segundo, tenemos la institucionalización del canon. Es decir, ¿cómo separamos el impulso moral cristiano de la religión de su papel como institución política y social? Finalmente, ¿cómo abordamos el tema de la Verdad histórica? Hay suficiente evidencia para creer que Jesús existió. Sin embargo, si de verdad es el hijo de Dios es una pregunta que no podemos discutir en esta clase. Por tanto, debes estar concientes de las restricciones en las cuales este análisis se lleva a cabo. No trataremos de probar o refutar ningún asunto de la Verdad. En vez de eso lo que analizaremos será el conocimiento histórico que tenemos acerca de la cristiandad y lo que ello significa para la historia universal.
La historia del cristianismo comienza alrededor del año 4 A.C. con el nacimiento del hijo de una pareja judía en Belén. El bebé por supuesto es Jesús y se convirtió en una de esas personas que atrajo la atención de los demás. Aunque creció dentro de la tradición judía, Jesús se convirtió en un crítico poderoso de lo que consideraba una fe obligada por la ley. Fue particularmente duro con un grupo de judíos llamado fariseos quienes insistían en que la esencia del judaísmo se basaba en una adherencia rígida a las formas tradicionales. En respuesta, Jesús argumentaba que los judíos necesitaban retomar el impulso ético de la religión y continuó en su reclamo de que su intención no era abolir la ley sino cumplirla.
Dado que sabemos el resultado de esta historia, las acciones de Jesús parecen de importancia histórica para nosotros. Sin embargo, es importante situar a este crítico judío en su contexto histórico. Alguna vez ser creyó que el cristianismo se podía entender de mejor forma como una rama de la larga tradición rabínica. Esto es, que el judaísmo corre en línea directa desde antes de Jesús hasta nuestros días pero que Jesús fundó una nueva religión que tomó un camino separado. Los historiadores han cambiado este enfoque. Gracias en parte al descubrimiento de los pergaminos del Mar Muerto, los historiadores han descubierto un mundo judío vibrante en el que diferentes escuelas de pensamiento competían entre sí. El judaísmo rabínico y el cristianismo primitivo por tanto fueron diferentes resultados en un tiempo de cambio y por ello son mejor comprendidos como trayectorias específicas de un periodo de incertidumbre. Por tanto, el judaísmo y el cristianismo son una bifurcación en el camino. Ya hemos analizado cómo el judaísmo cambió de ser una religión anclada en un lugar en particular a un sistema de prácticas supervisado por una élite. En esta sesión analizaremos cómo el hijo de un carpintero judío retomó las antiguas tradiciones para formas otra religión.
Debemos comenzar haciendo notar que el mensaje de Jesús cambió con el curso de los años evolucionando de una crítica sobre las desigualdades de su tiempo a un mensaje de consolación y liberación. Argumentando que hablaba en nombre del reino de Dios, predicó que los pobres serían recompensados en la próxima vida si creían en Dios. Aunque sus posiciones se desarrollaron a partir de las tradiciones judías, también lo convirtieron en políticamente inconveniente. Su énfasis en la justicia y su fama amenazaban tanto a las autoridades judías como a las romanas. Al argumentar que Dios estaba inaugurando su dominio sobre la Tierra, Jesús se expuso a los cargos tanto de blasfemia como de sedición. Traicionado por uno de sus doce discípulos, Judas, Jesús fue arrestado, juzgado y ejecutado por los romanos probablemente en el año 30 D.C.
La crucifixión probablemente acabó con la vida de Jesús pero para sus discípulos esto sólo era el comienzo. Aunque Jesús nunca dijo ser el hijo de Dios ni tampoco el Mesías judío, sus seguidores creyeron que Jesús era el hijo de Dios y que había resucitado entre los muertos. La fe en Jesús suplantó las estructuras religiosas tradicionales. El cambio de la práctica a la creencia fue significativo. Las escrituras hebreas enseñaban que los judíos eran un pueblo separado mientras que los seguidores de Jesús creían que el Dios judío era universal y que la muerte de Jesús marcó un nuevo pacto no sólo con los judíos sino con todos los seres humanos. Más aún, para ellos Dios no era solamente había ungido al Mesías pero también había mandado a su hijo a predicar la buena nueva (en griego: euangelion). Ya hemos analizado qué tan importante fue la cultura griega para los dos imperios romanos. La versión griega de la palabra hebrea Mesías es Christos y por tanto aquéllos que creían en Jesús era el salvador del mundo fueron conocidos como cristianos.
Al haber roto con la tradición judía, los primeros cristianos se enfrentaron a una serie de problemas. Primero, tuvieron que determinar la relación de la cristiandad con las leyes judías. Surgieron tres posiciones.Santiago, el hermano de Jesús y cabeza de la iglesia cristiana en Jerusalén creía que los cristianos debían seguir las prácticas judías tradicionales, incluyendo restricciones en la dieta y la circuncisión. Pedro, uno de los más fervientes seguidores de Jesús argumentaba que los cristianos debían seguir las restricciones en la dieta pero que la circuncisión no era necesaria. La postura más radical apareció después con un judío helenizado llamado Saúl y hoy conocido como Pablo de Tarso. Pablo era un fariseo que perseguía cristianos. Sin embargo, en algún punto, Pablo tuvo una experiencia de conversión mientras viajaba a Damasco, y de ahí en adelante argumentaba que los creyentes no judíos podían convertirse en cristianos incluso sin seguir la ley mosaica. Esta visión fue la que se difundió más allá de los primeros seguidores de Jesús poniendo al cristianismo en el camino para convertirse en una religión mundial.
La ruptura de Pablo con la ley mosaica creó un segundo problema: ¿cómo entender el camino hacia Dios? Durante el primer siglo, los nuevos profetas cristianos aparecieron y decían tener conocimiento directo de Dios. Los llamados gnósticos, de la palabra griega gnosis, combinaron el misticismo oriental, la astrología, la mitología clásica y el cabalismo judío para dividir a la gente en aquellos poco que tenían el conocimiento de Dios y la mayoría que no. Por tanto, los gnósticos socavaron la teología universalista de los primeros cristianos.
La iglesia respondió enfatizando la muerte de Jesús como un evento histórico. La fe en Dios venía por medio de la contemplación de eventos reales. Por tanto, fue fundamental para los primeros cristianos en establecer una historia común puesta en un libro religioso. Durante el principio del siglo segundo D.C. los cristianos escribieron sus historias en papel, un proceso que requirió determinar cuáles eran “verdaderas”. Este proceso de canonización fue largo y difícil ya que los cristianos debatieron por siglos qué historias eran reales. Para finales del siglo segundo los cristianos hicieron una transición conceptual crucial: narradores como Cipriano, Orígenes e Irineo comenzaron a hablar de un libro sagrado y único que incluía tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento.
Mientras la joven iglesia se debatía en cómo crear una memoria permanente para los eventos sagrados, también se confrontaba con el tercer problema, el de la estructura institucional. Inicialmente, los apóstoles de Jesús tomaron decisiones cruciales. Pero cuando la primera generación murió la pequeña iglesia necesitó estructuras permanentes y se creó el acuerdo tripartito del obispo, el presbítero y el diácono. Durante el siglo segundo algunos líderes religiosos fueron reconocidos como preeminentes en sus regiones. Su trabajo era cuidar a su congregación y representarla en juntas regionales. Los presbíteros eran hombres ilustrados quienes aconsejaban a los obispos y los diáconos eran trabajadores dedicados. Los obispos originalmente eran electos por sus congregaciones pero la jerarquía eclesiástica pronto cambió el sistema: continuaron las elecciones pero éstas debían ser ratificadas por los obispos circundantes.
Este proceso se convirtió en práctica oficial por el Concilio de Nicea en 325 pues los obispos más importantes del imperio en Roma, Antioquia y Alejandría obtuvieron el derecho a vetar las elecciones episcopales en sus áreas. El derecho de veto se extendió después a Constantinopla y a Jerusalén creando un sistema de patriarcas que dominó a la cristiandad hasta el advenimiento del Islam en el oriente.
Por tanto, durante los siglos tercero y cuarto D.C. una estructura apareció dentro de las ciudades romanas que completó a las doctrinas emergentes de la iglesia primitiva. La ciudad más importante era por supuesto Roma. Como centro del antiguo imperio y lugar en donde Pedro y Pablo fueron ejecutados, Roma disfrutaba de un gran prestigio. Ya para finales del siglo segundo D.C. la comunidad cristiana de Roma había tomado el liderazgo en asuntos religiosos: eran los romanos quienes llevaban la lucha contra los gnósticos, particularmente el profeta llamado Montano que hablaba varias lenguas y argumentaba que su mensaje era la palabra de Dios. No obstante, las prácticas romanas pronto divergieron de aquéllas del oriente y del norte de África. Un buen ejemplo fue la celebración de Pascua. Las iglesias orientales celebraban la Pascua de acuerdo con la Pascua judía basando su cálculo en el evangelio de San Juan. Sin embargo, la iglesia romana puso a la Última Cena en el día de la Pascua y la celebraba un día después. Ya hemos analizado la pluralidad de culto en la sesión sobre Bizancio. Las cosas no eran diferentes para los romanos. Ya en el año 190 D.C. el obispo de Roma amenazó con excomulgar a cualquiera que celebrara la Pascua en el día equivocado. Este es un momento de conflicto para aquellos que saben cómo continúa la historia. Pero lo importante aquí es la fundación del papado bajo la preeminencia romana. La razón por la que hay un papa es porque los romanos tenían Roma.
En este punto, debemos analizar el papel social del clero en la iglesia cristiana primitiva. Fiel a sus raíces judías, la cristiandad fue una religión de bases éticas cuyo mensaje enfatizaba el cuidado de los pobres. Este impulso se hizo sentir con la práctica cristiana de dar dinero libremente a los necesitados así como los cristianos establecieron redes de distribución de comida y visitaban a los prisioneros en la cárcel. Esta red espontánea de caridad pronto se convirtió en responsabilidad local de los obispos. Roma nunca fue un Estado benefactor pues en la mediada en la que el imperio decayó las necesidades de la gente aumentaban. Los obispos llenaban la brecha. Para mediados del siglo tercero, la iglesia en Roma alimentaba a 1500 pobres diariamente. Para finales del siglo cuarto, la iglesia de Antioquia alimentaba a 3000 personas por día. Para tomar otro ejemplo, en 252 Cipriano, el obispo de Cartago, envió gente para cuidar de los enfermos y para enterrar a los muertos después de una plaga. Dicha caridad pública le dio al cristianismo gran prestigio y sirvió como herramienta de reclutamiento.
En la medida en la que la iglesia se volvió prominente, ésta se arraigó en la conciencia pública. La gente utilizó a la iglesia como banco depositando su dinero en una institución en la que confiaban. Esto enraizó a la iglesia en la sociedad y comenzó a hacer préstamos para estimular la economía loca. Las consideraciones morales significaban tener bajas tasas de interés, 12 por ciento al año, lo cual era bastante barato para aquel entonces. Por tanto, en efecto la llegada de recursos hizo ricas a las comunidades cristianas y les dio la apariencia de tener a Dios de su lado. Mientras más dinero tenían y distribuían los cristianos, más personas se convertían al cristianismo.
La distinción pública de los cristianos también trajo consigo la persecución. Los cristianos heredaron del antiguo judaísmo el sentido de la diferencia y esto los convirtió en personas detestables tanto para las autoridades romanas como para las judías. Los judíos se sentían amenazados por la ruptura de los cristianos con la ley mosaica pues socavaban los acuerdos políticos que los judíos tenían con el imperio. En algunas áreas esto dio lugar a la persecución de los cristianos por parte de los judíos. Desafortunadamente, los cristianos aprendieron poco de estas experiencias y no se comportaban mejor cuando se volvían poderosos y respondían con persecuciones. El miedo de los judíos hacia la cristiandad se explica en gran medida por la posición tan débil que tenían dentro del imperio. Roma no era un Estado tolerante y sus malas políticas provocaron una serie de levantamientos judíos en 66, 116 y 132. Después de ver que la ira de Roma los visitaba varias veces, los judíos decidieron no llamar la atención. Desafortunadamente, los cristianos no eran particularmente notorios por su circunspección.
Por su parte, los romanos nunca supieron qué hacer con este pueblo extraño que daba todo su dinero, visitaba criminales en prisión y se negaba a hacer ofrendas. La religión estatal romana difícilmente era celosa. No requería la creencia en Dios sino sacrificios públicos. Por tanto, los paganos no entendían porqué los cristianos simplemente hacían lo que el Estado les requería. La perplejidad dio lugar a la persecución bajo Nerón pues los cristianos se convirtieron en chivos expiatorios para los problemas del imperio. La persecución paulatinamente se volvió peor bajo el emperador Diocleciano porque ellos se negaban a seguir las virtudes romanas tradicionales. No obstante, las cosas difícilmente fueron tan malas como lo serían bajo la Inquisición. Todo lo que un acusado de ser cristiano tenía que hacer era ofrecer un sacrificio para resarcirse y todo se olvidaba. Sin embargo, infundidos con un fervor religioso, los cristianos eran un grupo terco al negarse a hacer sacrificios para los dioses o venerar al emperador. La persecución romana de los cristianos nunca fue muy eficiente volviéndose más bien simbólica. Irónicamente esta ineficiencia fue una bendición para los cristianos pues su martirio se convirtió en una herramienta de reclutamiento. El teólogo cristiano Tertuliano dijo: “La sangre de los mártires es la semilla”. De hecho algunos cristianos estaban tan entusiasmados por la idea de morir por su fe que deliberadamente destrozaban estatuas públicas para ser ejecutados. La santidad que este pueblo exudaba atrajo a muchos pobres al seno de la iglesia.
Sin embargo, los mártires no convencieron a las clases altas romanas para convertirse al cristianismo. La iglesia los reclutó al incorporar a la cultura clásica. El primer gran ejemplo de esta tendencia es Justino Mártir (100-165). Justino Mártir había estudiado estoicismo, aristotelianismo, pitagorismo y platonismo en Éfeso pero se convirtió al cristianismo gracias a un hombre que le habló de la salvación eterna.
Justino Mártir creía que el cristianismo era básicamente racional y lo defendía con la filosofía clásica. Él es importante porque luchó contra los gnósticos y fue el primer cristiano en darles al Padre y al Hijo un fundamento filosófico. La defensa del cristianismo por medio de la cultura clásica se convirtió en algo a la alza. Tertuliano, a quien ya mencioné, dio el primer paso para la defensa en latín (Justino Mártir escribió en griego). Acuñó el término trinitas (trínitas) que tendría gran impacto en la teología cristiana. También fue el primer cristiano en escribir extensamente sobre la naturaleza del alma. No obstante, Tertuliano también destaca una contracorriente sutil dentro de la cristiandad. Aunque utilizó la cultura clásica para defender su fe, también puso énfasis en su irracionalidad, argumentando -más o menos- que creía porque el cristianismo era absurdo. En sus palabras: “Credo quia absurdum est”. La lógica clásica convivía no de forma fácil con la fe cristiana.
La defensa de la fe por medio de la cultura clásica llegó a su cúspide con dos hombres, Orígenes de Alejandría y San Agustín de Hipona. Orígenes fue hijo de padres cristianos. Su padre había sido martirizado por lo que era distante de Roma. Pero también reconocía la necesidad de utilizar su razón para refutar a los enemigos de la fe. Esto incluía a los gnósticos contra quienes Orígenes argumentaba que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran entidades diferentes. Tomando prestada la división clásica de Platón de la división del universo en mente, materia y alma, Orígenes puso a la cristiandad en una larga tradición de defender a la Trinidad necesariamente de forma filosófica.
El último propagandista cristiano que analizaremos será San Agustín de Hipona. San Agustín comenzó como maniqueo y se convirtió al cristianismo. Una de sus obras más famosas es La Ciudad de Dios en la que defendía a la fe contra los cargos que le imputaba Roma en 410. San Agustín integró el mensaje espiritual del cristianismo al mundo romano al argumentar que no tenía mensaje político inmediato. Utilizó en sus argumentos la filosofía tradicional platónica y neoplatónica. La división tripartita del universo por parte de Platón y la gran cadena del ser de Plotino se combinaron para justificar un Dios tripartito, quien era distante del universo aunque se podía acceder a él por medio de la contemplación. Con este gran esfuerzo intelectual San Agustín hizo que el cristianismo fuera respetable para la clase alta que apreciaba la filosofía.
Hasta este punto hemos analizado al cristianismo en forma amplia sin tocar a la política imperial. Analicemos ahora la intersección de la política romana con el mundo cristiano. Lo primero que hay que notar es que aunque Roma estaba políticamente unificada también estaba dividida en dos esferas lingüísticas: la que hablaba latín y la que hablaba griego. Las divisiones administrativas hicieron de esta divergencia lingüística más grande. Por ejemplo, a los romanos nunca les gustó que hubiera burócratas grecoparlantes. Segundo, con el emperador en el oriente, el cristianismo tomó un giro distintivo hacia el cesaropapismo. Esto es, los emperadores bizantinos controlaron a la iglesia de una forma que no era posible en el occidente. Esto tuvo implicaciones importantes para ambas partes del imperio pues exacerbó los problemas religiosos. Una vez que las diferencias políticas en ambas partes del imperio se agudizaron, la fe cristiana se dividió. La división se volvió oficial con el Gran Cisma de 1054, en el que el papa romano y el patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente pero las raíces del problema se remontan desde antes de Constantino. Finalmente, la parte occidental del imperio absorbió a muchos pueblos sin conexión con el pasado clásico o cristiano. Las tribus germánicas que inundaron al imperio en el siglo quinto eran guerreros –aficionados a la violencia y sin interés en la contemplación religiosa o en la filosofía. Más aún, las primeras tribus en llegar se convirtieron al arrianismo lo que creó problemas con los francos quienes se habían convertido al catolicismo y destruyeron a los reinos heréticos. La integración de las tradiciones y pueblos germánicos en fragmentos de Roma fue un proceso difícil pero fructífero y lo analizaremos en otra sesión.
Ahora analizaremos dos resultados de las divisiones del imperio: el monaquismo o vida monástica y el papado. El monaquismo tiene una larga historia en la Iglesia Ortodoxa. Su historia comienza alrededor del año 270 cuando un cristiano copto llamado San Antonio entró al desierto para estar más cerca de Dios. El ejemplo de San Antonio fue copiado por otros ermitaños que lo siguieron. Estos ermitaños vivían de forma separada pero todos buscaban la cercanía con Dios. Su ejemplo se volvió muy popular mientras el imperio romano se colapsaba. Aparecieron comunidades monásticas en Asia Menor y Siria que se dedicaron al rezo y a la contemplación. La vida cenobita se exportó a la parte occidental del imperio donde los monjes iban a los bosques a construir comunidades religiosas. El monje más famoso de occidente fue San Benedicto quien fundó el monasterio de Monte Casino y estableció por primera vez las reglas para la vida comunal. El monaquismo occidental jugó un papel político y social significativo en Europa durante la Edad Media.
El ascenso del papado también fue crucial para la historia europea, sin él el mundo medieval se vería de otra forma. Como ya he mencionado, la iglesia romana disfrutó de un gran prestigio tanto porque estaba en Roma como por tener bajo custodia los huesos del apóstol San Pedro. Durante el siglo quinto, la iglesia se convirtió en un refugio para las élites romanas que huían de los bárbaros. La misma gente que detestaba a los burócratas bizantinos también les disgustaba los reyes germánicos. Como una sede rica, Roma tenía los recursos para alimentar a los pobres y cultivar la cultura clásica. Además, la colección de archivos imperiales sobrevivió dándole a la iglesia grandes recursos en su batalla por la supremacía (Incluso hoy en día ningún archivo se compara con los del Vaticano). El papado surgió como institución en el siglo quinto con León el Grande, el primero en utilizar de forma conciente su poder como obispo de Roma. Por ejemplo, él fue el primer papa en utilizar el antiguo título religioso romano de pontifex maximus con el que buscaba afirmar su supremacía sobre otras figuras religiosas.
El proceso que comenzó con León el Grande era muy exitoso para finales del siglo sexto. Gregorio el Grande organizó el gobierno en vista de la invasión lombarda, negociando con los invasores y lidiando con los asuntos diarios de la ciudad. También fue el primer papa en organizar actividades misioneras entre las recién llegadas tribus bárbaras. Fue él quien mandó misioneros a convertir a los anglos y a los sajones en Inglaterra. Esta fue una decisión irrevocable pues significaba que las tribus recién llegadas se unirían al mundo cristiano y le deberían lealtad al papa. Con la muerte de Gregorio en 604 el papado ya estaba firmemente arraigado como el cargo supremo religioso en el mundo occidental. Y con ello tenemos las condiciones para la Edad Media tanto en el oriente como en el occidente: en el occidente las tribus de bárbaros, monjes y el papa; en el oriente el emperador bizantino, las tribus de bárbaros y los patriarcas de Constantinopla. Analizaremos otra condición en otra clase cuando veamos el ascenso del Islam.

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